Escribe: MARIO ILLAPA MAYHUA QUISPE
Nuestro país tiene el gran privilegio de contar, en los tres géneros literarios, a tres notables personalidades de proyección y repercusión universal: José Carlos Mariátegui en ensayo, César Vallejo en poesía y José María Arguedas en narrativa. Respecto a este último, el mismo Mario Vargas Llosa, máximo exponente de la literatura oficial de la minoría criolla, en su ensayo literario-ideológico La Utopía Arcaica / José María Arguedas y las ficciones del indigenismo, lo reconoce: “en un país escindido en dos mundos, dos lenguas, dos culturas, dos tradiciones históricas, a José María Arguedas le fue dado conocer ambas realidades íntimamente, en sus miserias y grandezas, y, por lo tanto, tuvo una perspectiva mucho más amplia que la mía”. Si esto es así, ¿por obra y gracia de quién o quiénes no es el 2011 el Año Centenario del Nacimiento de José María Arguedas?
EL APRISMO ANTIARGUEDIANO
La inquina y ojeriza contra Arguedas, de parte del APRA, se arrastra desde la publicación de la novela El Sexto, donde Arguedas deja malparados a los apristas y muestra sus simpatías por los comunistas; con quienes entabla amistad es con los ‘camaradas’ y no con los ‘compañeros’ apristas. Ahí le dice a Luis: “Cuando hombres que piensan como nosotros tengan el poder, echaremos podredumbre de siglos al mar. El Perú brillará en el mundo como una gran estrella. Su luz será la nuestra, la que hayamos encendido nosotros”.
Además, declaró abiertamente su preferencia por Mariátegui, y nunca mencionó al tal Haya de la Torre. En el acto de entrega del premio “Inca Garcilaso de la Vega” manifestó: “No por gusto se formaron aquí (en el Perú) Pachakámac y Pachakútec, Huamán Poma, Cieza y el Inca Garcilaso, Túpac Amaru y Vallejo, Mariátegui y Eguren…”. En esta relación arguediana, ni por asomo podría aparecer Haya de la Torre.
EL VELASQUISMO DE ARGUEDAS
Y no sólo eso, también mostró su adhesión al gobierno del General Juan Velasco Alvarado; en la revista Oiga, núm. 333, 18 de julio de 1969, escribió: “el Ejército ha hecho en nueve meses mucho de cuanto los partidos de izquierda, los progresistas y la Iglesia católica renovada han reclamado desde los tiempos de González Prada y de Mariátegui” y “casi todo lo que el APRA ofreció para convertirse en un partido de masas hasta que sus líderes se vendieron a la oligarquía y el imperialismo”. Su carta enviada a Oiga contiene elogios al, antiaprista confeso, General Velasco, quien le dio la impresión “de un jefe que, de veras, se hubiera dedicado no solamente a disciplinar su tropa de indios y zambos sino a oír sus historias personales”. La carta concluye con una exhortación al General Velasco para que guíe al Perú por el camino “que conduce a la liberación”. Éstas son las razones del alanismo -versión degenerada del aprismo- antiarguediano.
¿Y EL MINISTRO DE LA (in)CULTURA?
Juan Rulfo, prestigioso y reconocido narrador mexicano (tanto así que existe el Premio Juan Rulfo), en la década del 70, al expresar sus preferencias literarias, dijo que: “José María Arguedas es mejor escritor que Vargas Llosa”. Si es que hay tantísimos argumentos ‘culturales’ y literarios para designar, al 2011, el año de José María Arguedas, ¿cómo se explica que el Ministro de Cultura, Juan Ossio, no haya levantado ni un dedo ni haya dicho ni pío para conmemorar al gran amauta Arguedas?
Todo ministerio, en los regímenes timocráticos, es un cargo de confianza, por lo que a tales ministros sólo les es permitido el ‘así sea’ a las directivas del mandamás de turno y del que le da la ‘chamba’. El caso del (indigno) ministro Juan Ossio no fue la excepción. Lo digno de Ossio hubiera sido renunciar ante el atentado y atropello ‘cultural’ del panzón de Palacio de Gobierno; por lo que, el primer ministro de la (in)cultura, llevará consigo el perdurable pecado capital de ser uno de los tantos y tontos ministros de esta republiqueta neocolonial.
¿Y EL MARQUÉS VARGAS LLOSA?
El 9 de diciembre del año pasado, La República (diario peruano) le consultó al Nobel Mario Vargas Llosa, si abogaría para que el Estado peruano honre la memoria de Arguedas, él respondió rotundamente: “Es una magnífica idea que el año 2011 se llame José María Arguedas. Si la lanzan, yo la apoyo”. Se le aclaró que desde el gobierno alanista había trascendido la negativa, en el sentido de que no era tradición nominar a los años con nombres de personalidades. “Bueno, si no hay tradición, se puede cambiar. Podemos crear nuevas tradiciones”, replicó el Nobel. La argumentación del gobierno era totalmente falaz. En años anteriores se ha nombrado el centenario de Jorge Basadre, de César Vallejo. También de Santa Rosa de Lima, y el de Faustino Sánchez Carrión. “Entonces, tenemos ese precedente. Si lanzan esa idea de que el 2011 se llame José María Arguedas, yo la apoyo. Arguedas es un gran escritor”.
Y sin embargo, a la hora de los hechos, el Nobel criollo se olvidó de su promesa de apoyar y se calló en todos los idiomas; no se pronunció ni reclamó ni mucho menos mostró su disconformidad y desacuerdo; porque, en el fondo, sabía que la imagen y prestancia de Arguedas opacaría su fragmentaria, monocultural y parcializada literatura, así como su desconocimiento del Perú hirviente, el Perú de los quechuas - aymaras y amazónicos. Por lo demás, su premio Nobel hubiera quedado relegado a segundo plano. Su malhadada frase “el Perú soy yo”, de Vargas Llosa, hubiera sonado estrafalaria y esperpéntica ante el amplio, pluricultural y multifacético Arguedas.
UN MUNDO DIVIDIDO
Qué bueno y deseable sería que el Perú, después de 500 años, esté unido e integrado; pero, lamentablemente, ésa no es nuestra realidad. De que no le hayan nominado, al 2011, como el Centenario del Nacimiento de José María Arguedas, no sólo demuestra la estupidez y la ignorancia del estamento “intelectual” y la clase política peruana, de la boba y traidora derecha peruana, sino que, esta cuestión, ya no corresponde al antagonismo y conflicto clasista de los pocos ricos y los muchos pobres; se trata, más bien, de una confrontación cultural de una minoría criolla sin patria versus los Quechuas-Aymaras-Amazónicos, la gran mayoría, que representan a la genuina y auténtica Nación peruana.
Para los criollos, descendientes de españoles, su Madre Patria es España; su principal héroe es Francisco Pizarro, gran criminal y aventurero. Para nosotros, los Quechuas-Aymaras-Amazónicos, nuestra Madre Patria es el Tawantinsuyo; nuestro principal héroe es Túpac Amaru II. Para ellos, el río Amazonas fue descubierto por Orellana, para nosotros, este fulano, es un vulgar buscador de oro y plata. Para ellos, Machu Picchu fue descubierto por el estadounidense Hiram Bingham; para nosotros, este mengano, es un gringo waquero que se llevó hace 100 años piezas valiosas que encontró en Machu Picchu. Para esa minoría criolla, Mario Vargas Llosa es el mejor escritor; para nosotros, la gran mayoría, los Quechuas-Aymaras-Amazónicos, José María Arguedas es nuestro escritor bandera, mucho más trascendente e importante que cualquier otro plumífero.
VIGENCIA Y PERDURABILIDAD DE ARGUEDAS
En este contexto, los ‘intelectuales’ y ‘académicos’ del Perú oficial, acriollados y amestizados, creen haber encontrado, en la frase Todas las Sangres, la condensación y la piedra angular en lo que sería la contribución del genio de Arguedas. ¿Hasta qué punto es cierta y valedera dicha interpretación, manoseada hasta por el felipillo Toledo? No es de que las diferentes razas inmigrantes (españoles-blancos, negros y amarillos) tengan el mismo porcentaje y peso demográfico que la raza originaria y nativa del Perú. Es decir, la gran mayoría demográfica no la constituyen la raza blanca (8.7%), ni la amarilla (1.2%), tampoco la negra (1.2%); sino, la gran mayoría poblacional, la torrentera sanguínea principal es la cobriza (quechuas, aymaras y amazónicos) con 88.9%.
En todo caso, ¿qué implicancias tiene -para nosotros- la frase arguediana de Todas las Sangres? La posibilidad de que en el Perú puedan convivir todas las razas y todas las sangres. Sin embargo, lógicamente, la columna vertebral, la cultura matriz, fundamental y predominante, debe y tiene que ser de los pueblos originarios (quechuas, aymaras y amazónicos), en función al porcentaje y peso demográfico mayoritarios, además de su legitimidad histórica.
En este sentido, lo que José María Arguedas revalora, en sus trabajos antropológicos y literarios, es la ‘médula cultural’ del colectivismo y la vida comunitaria de nuestros pueblos, “eso que todavía lo practican los indios”; rescatándolo y proponiéndolo para un mundo mejor, para un sistema social sin “calco ni copia”: “¿Qué es mejor para el hombre, cómo progresa más el hombre, mediante la competencia individual, el incentivo de ser uno más poderoso que todos los demás, o mediante la cooperación fraternal de todos los hombres?”. Arguedas se formuló la mencionada interrogante, dándole su correspondiente respuesta: “El individualismo agresivo no es el que va a impulsar el bien a la humanidad sino que la va a destruir; es la fraternidad humana la que hará posible la grandeza no solamente del Perú sino de la humanidad”. Éste es el pensamiento étnico-clasista arguediano, que el neoliberal Mario Vargas Llosa y todos sus corifeos y cuadriculados seguidores pretenden ocultar y disimular, en algunos casos, y de objetar y contrarrestar, en otros.
buen artículo. en este caso, comparto y justifico la indignación...
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